Mis Abuelos
Mis abuelos… yo no tengo cuatro, tengo seis, no ahondaremos en el por qué, pero me gustan todos, los quiero a todos, son como el vino mejor cada año. Cada pareja es especial. Pienso en la vejez, veo a mis abuelos cansados, con nostalgia de lo vivido, me gusta verlos reír, creo que sólo hay dos sonrisas que me producen tanta ternura… las de los bebés y la de mis viejos. Creo que a veces olvidan que formaron una familia, y que esa está ahí por ellos, a veces creo que la familia se olvida de ellos y olvida que debe estar ahí para ellos.
Una pareja de ellos… mi abuelo Carlos y mi abuela Inés. La Ina es especial, se queja por todo, a mi me gusta chasconearla, peinarla a mi estilo, pegarle en el trasero, darle besitos, pero por sobre todo acostarme al lado de ella. Cuando me tiro al lado de ella para dormir la regaloneo y ella me conversa, yo me quedo dormida y ella no me despierta. Ella todo el día busca que darme de comer, dice que uno no debe comer por hambre sino por gusto… su filosofía de vida es un poco extraña. Mi abuelo Carlos, él escucha las noticias todo el día, le gusta atendernos, le gusta que le cuente chistes, tiene ojos llorosos, le gusta el asado de cordero y de chancho, le gusta el vino… mi abuelo Carlos trabajaba en ferrocarriles, una vez me contaron que mi mamá para no separarse de él persiguió el tren con una pequeña maleta. A mi abuela Inés le gusta caminar por la plaza, usa muletas. Mi abuelo Carlos camina cada día más lento.
La otra… la Mati y el Lalo. El Lalo come todo el día, nunca es suficiente; él es un roble, nunca se enferma; la gente dice que tiene pacto con el diablo porque encontró agua donde nadie antes había encontrado, la gente dice también que tiene una casa de putas, la gente dice mucho, pregúntenle a el si es verdad; el Lalo siempre tiene un perro preferido, su último perro se murió porque comía tanto como el dueño; el Lalo nunca se enferma, pero se enfermó; el Lalo sin la Mati no sabe vivir. La Mati, ella dice groserías, me cuenta que la gata se preño de nuevo, me llamaba a las 11 de la noche para avisarme de un partido de box (para el matrimonio de mi papá hubo una pelea entre las dos familias, porque una partió a ver un partido de boxeo), la Mati disfruta cocinando, pero más disfruta haciéndonos comer; la Mati siempre ríe, se burla de ella misma, la Mati es chora, y es la Mati la que sobrealimenta al Lalo, que a todo esto no engorda.
Mi abuelo Lucho y mi abuela Elvira, ellos son cultos, son el matrimonio perfecto, duermen la siesta juntos, se bañan juntos por las mañanas, salen a caminar juntos, leen los mismos libros, de ellos no se pude hablar por separado, pero igual lo haré. A mi abuela una vez no le contamos que mi mamá se había operado, a las dos horas después de haberse enterado estaba afuera de mi casa tocando el timbre, sin haberle avisado a nadie de su viaje, pero ella tenía que ir a cuidar a su hija y a sus nietos; mi abuela Elvira hace puzzles, compra tortas curicanas, hace el mejor pastel de choclo del mundo; mi abuela Elvira llora cada vez que se separa de sus hijos. Mi abuelo Lucho antes se reía más, un día lo reté por estarse riendo menos; mi abuelo Lucho es un excelente profesor de Matemática, mi abuelo con mi papá son los reyes de los asados; mi abuelo le regalaba los Harry Potter a mis hermanos; mi abuelo Lucho utiliza de cabecera a mi abuela Elvira. Ellos nunca se levantan después de las diez.
Mis abuelos, tiempo atrás, fueron mucho más jóvenes, a pesar de los 60, 70 y 80 años, todavía no son viejos.
INSTANTES, Jorge Luis Borges
Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico. Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida: claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo saben, de eso está hecha la vida sólo de momentos; no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño. Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría más con los niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.